núm. 9 (2017)

Propuesta visual.

Este texto tiene como objetivo principal analizar aspectos que definan el orden social como uno de los elementos antropológicos que presenta la novela Los ríos profundos, de José María Arguedas, categoría que se pretende abarcar desde  diferentes  puntos de vista. Para lo anterior, se sostendrá que dicho orden social no se caracteriza por ser imperturbable, sino más bien fluctuante. Esto se desarrollará a la luz de la etno-literatura como método propuesto  por  Manuel  de la Fuente Lombo, quien sugiere practicar antropología desde la literatura (Fuente Lombo, 1994),  puesto  que,  para  efectos de estas letras, y siguiendo a Joan F. Mira, "[...] puede ser mucho más que pasatiempo sin sustancia'' (2007: 548). Inicialmente se abarcarán temas que ponen en evidencia la asimetría y desigualdad en la escala social de Abancay, para luego dar cuenta de prácticas y discursos por los cuales dichas diferencias pretenden ser perpetuadas. Finalmente se hará referencia a la falta de estatismo  de las mencionadas posiciones sociales y a la posibilidad que tienen los habitantes del pueblo de cuestionarlas y desafiarlas. En ese orden de ideas, se espera que los argumentos aquí planteados den cuenta de ideologías o formas de vivir que se desprenden del análisis de la obra autobiográfica de Arguedas.

Poemas y Cuentos.

Noctámbulos.

Noctámbulos.

Entrevista con Efraím Medina.

Con la segunda edición de la obra poética La pupila incesante  (1988-2013),  Fondo de Cultura Económica 1 hace un merecido reconocimiento a la extensa y fructífera labor poética de Rómulo Bustos. Es una poesía madura que goza de gran vitalidad, una auténtica aventura estética del pensamiento de la cual tenemos la sensación que al pasar el tiempo se solidifica, se condensa, volviéndose más honda, trasparente y diáfana. Este homenaje  consagratorio  termina  por incluir a Rómulo Bustos entre las voces más consolidadas de la poesía nacional.

No, no lo aceptamos. Fueron doscientas revistas menos y un pensamiento revoloteante cargado de incertidumbre, que se instaló para preguntarnos si valía la pena todo esto. Hubiera sido preferible abarrotar las sillas mal hechas de los salones frente a la puerta del claustro, desgastar la garganta hasta que la última cuerda vocal se quedara sin tono, y que nadie entrara. Subastar las ollas y los palotes hasta que alguno de allá se diera cuenta que estamos aquí. Parar por primera vez. Tal vez nuestros padres deberían darnos una catedra de lo que significa estudiar en una universidad pública; luchar por lo común. Hemos reaccionado tarde, es cierto, no lo hemos hecho antes, andamos como sombras, dementares que se succionan a sí mismos por los pasillos, nuestra voz no se siente, no se escribe. ¿Dónde estamos? Nuestras aulas andan perdidas una de la otra. ¿Cuál es nuestro lugar? ¿Tú estás aquí? Realmente nunca preocupó si alcanzarían o no las revistas para entregar, bien es sabido que sacamos siempre de donde no tenemos, pero aun así, no deja de ser preocupante que cada vez sean menos los lugares donde los estudiantes tienen cabida, que poco a poco se vayan cercenando los espacios donde se posea la letra pública, que nuestros pensamientos y acciones estén dormidos y aletargados por el tiempo y la dejadez. NO SOMOS UN MUEBLE MÁS DE ESTA UNIVERSIDAD, SOMOS LA RAZÓN DE QUE EXISTA, y si usted, estimado compañero, es de los que cree fielmente de que ESPEJO es nuestra voz estudiantil, es hora de sentirla como suya. No hay una sola letra, ni trabajo, ni esfuerzo por ella que no valga la pena.

Alternancia entre sonidos oclusivos y sonidos fricativos en español.

Desde antes que se acabaran las clases definitivamente muchos de mis compañeros empezaron a trabajar  como profesores de español como lengua extranjera. Lo sabía porque en las discusiones de Lingüística empezaban a aparecer casos particulares con sus  propios  estudiantes  o  porque  algunos de ellos iban adquiriendo esas manías de profesor de llevar carpetas a todas partes o tener siempre a la mano un marcador borrable. Decidí aceptar una  vacante  en  una  escuela en Getsemaní porque se hacía insostenible el tiempo libre sin ganar dinero, y porque hasta el grado en agosto, son pocos los trabajos que en verdad llamasen mi atención. En la entrevista, pretérito imperfecto. Un fragmento de La ciudad y los perros (1962). El eco de una última entrevista en donde mencionaron que  tenía que ser más creativa si quería tener conexión con los extranjeros porque a ellos no les gustaba leer. Más que el hecho de que no les gustase leer, la sensación de preparar una clase al gusto de los estudiantes me recordó una de mis constantes quejas hacia este modelo de clases: la complacencia a un extranjero que llegaba con dólares a hacer derroche de privilegios. Incluso cuando no poseen el idioma para hacerlo. Una sola pregunta en la diferencia entre por y para. Responder de forma rápida lo primero que pasa por la mente, sin nunca antes haber pensado en esa diferencia, sin nunca antes haber pensado siquiera en que ambas preposiciones estuvieran en una posibilidad de intercambio. Empezar la otra semana.

Huésped de las plazas.

Fragmentos nocturnos

Una de las principales hipótesis que hizo carrera en Colombia es la que señala que la educación es  el origen de nuestros grandes males nacionales, como si ésta naciera del aire y no fuese una consecuencia de las dinámicas del contexto en que se forma. No, la educación no es el problema de ninguna sociedad. Por el contrario, la educación representa la forma de solucionar, desde la base, las grandes deficiencias que encarnan los mitos sobre los que se levantó el país. Es en esta medida en que la escuela tendrá un papel fundamental en el establecimiento  de  una  sociedad  para el posconflicto, una que sea humana y democráticamente sólida, una en la que sea absurda la violencia y posible la felicidad.

Dos constructos ideológicos fuertemente arraigados en nuestra cultura y en las estructuras del imaginario colectivo son "raza'' y "género" (Quijano, 2000). Dos generadores de desigualdades que persisten en  el  pensamiento  poscolonial   dando cabida a las guerras insólitas y brutales que sufrimos, como individuos, unos más que otros, y como comunidades. No es algo imaginado, un sueño, no es algo que se queda en los cuentos y las leyendas, no es algo de lo cual se habla porque se quiere fomentar la discordia. ¡No! Es algo real: miles de personas sufren por pensarnos como "mujer" y "hombre" en términos desiguales, por construirnos como "negros" y "blancos" en términos de lo "anormal" y lo "normal"; en cada día de nuestro calendario se mueren millones de "personas" de hambre y sed, de tristeza y miseria, de peleas y riñas que las hacen  ver  como  sus  únicas  características y características de relación, mientras que otros, en su  mayoría  "blancos",  disfrutan del paraíso terrenal que, en ideas, era para todos. Decenas de mujeres son maltratadas diariamente en el hogar o en el trabajo, verbal o físicamente, con hijos e hijas que sólo pueden observar pasivamente esperando que llegue el momento oportuno para reproducir los mismos modelos; muchos hombres se desesperan  producto   de   atribuírsele   toda la carga económica del hogar y del trabajo, se alejan de su familia o entran en crisis y depresiones, pero no  importa  "los hombres no lloran".

Editorial