revista calarma: septiembre de 2022, vol. 1, núm. 1

El artículo pretende resaltar la importancia de ver en El capital no la simple teoría económica del modo de producción capitalista, sino un texto que analiza el conjunto de relaciones que es necesario asumir en el conocimiento de la sociedad que generalizó la producción de mercancías, y que afectó la vida cotidiana de millones de sujetos sociales. Se intenta mostrar la pertinencia del concepto del todo social, más allá de las llamadas ciencias sociales para dar cuenta del funcionamiento del capital teniendo en cuenta las relaciones sociales que produce y reproduce y que, para entenderlas, vale mejor el discurso que relaciona todas las instancias del conjunto social en su articulación necesaria. Cuando Marx habla de mercancía también se refiere al fetichismo de la mercancía; cuando habla de gran industria refiere igualmente las condiciones atroces a las que eran sometidos los y las trabajadores en las condiciones de trabajo en las fábricas; aquí refiere el concepto de alienación, es decir, no está haciendo un discurso que no relacione las contradicciones entre los sujetos sociales con el conjunto del todo social. Cuando hace análisis económico, relaciona dinámicas sociológicas; cuando muestra la vida cotidiana está mostrando su efecto en la mentalidad de los sujetos. Su análisis articula constantemente diversas instancias sociales que no deben ser fragmentadas.

El presente texto busca explicar el concepto de parergon y su evolución dentro de las artes visuales, para ello, nos remitimos a la Critica del Juicio (1790) de Immanuel Kant. Allí el filósofo alemán se refiere a los ornamentos (parerga) como aquello que no pertenece intrínsecamente a la obra de arte, aquello que no integra la representación, sino que es un aditamento externo que colabora en aumentar el placer de gusto únicamente a través de su forma. Seguidamente, se abordan los postulados de Derrida en La verdad en la pintura (1978), en donde entra a deconstruir la propuesta estética kantiana, cuestionando conceptos como el afuera y el adentro en la obra de arte, usando precisamente el concepto de parergon, al que Kant había marginalizado. Posteriormente vemos a Víctor I. Stoichita con su libro sobre La invención de cuadro (1993). Allí busca establecer una genealogía del parergon, tomando como punto de inicio el siglo XVI en los países bajos, lugar en el que surgen las naturalezas muertas. Stoichita estudia el fenómeno metapictórico que él llama “pinturas desdobladas”, donde el espacio del cuadro se abre más allá del marco, a través del recurso del trampantojo (trompe l’oeil) y la relación entre lo sagrado (ergon) y lo profano (parergon), y cómo la naturaleza muerta se emancipa de su lugar de parergon y se convierte en ergon. Finalmente, vemos cómo los posestructuralistas y posmodernos, desplazan del centro de sus reflexiones teóricas al autor y a la obra, y ponen en su lugar a los marcos institucionales, impulsando en el arte el resquebrajamiento de todos los límites, encuadres y marcos, tantos físicos como conceptuales. Como ejemplo, retomo la obra Shapolsky et al. Manhattan Real Estate Holdings, a Real-Time Social System as of May 1, 1971, de Hans Haacke, en donde el artista vincula a la obra con su entorno al traer el afuera del museo al interior de la obra.

El presente ensayo toma como referente el par universalismo-relativismo, en tanto que analiza la disputa epistemológica actual entre bandos de investigación atrapados en un espectro binarista acerca de la producción cognitiva. Teniendo en cuenta que el relativismo epistemológico ha sido relevante pues ha evidenciado las dificultades del proyecto epistemológico universalista, aquí se indagan algunas tesis de Walter Mignolo sobre los estudios decoloniales, con el propósito de identificar los problemas internos y externos del relativismo epistemológico de esta clase de estudios en Latinoamérica. Al final, se aborda la complejización del binarismo mediante la perspectiva invertida de Pavel Florensky, como oportunidad para producir conocimiento universal, relativo y descolonizado.

En este artículo se traza un boceto de la obra intelectual de Fernando Zalamea hasta 2019, enfatizando en cuatro ejes: matemáticas, filosofía de la matemática, estudios peirceanos y ensayística.

El artículo genera análisis, en perspectiva postestructuralista, y reflexiona en torno a las actuales condiciones que rigen la producción de conocimiento en el ámbito de la educación superior, particularmente en campos de las ciencias humanas y sociales, puesto en relación con la idónea formación profesional que se le imputa a la universidad, todavía hoy fundada en supuestos disciplinares en cuanto que garantía de objetividad y propiedad epistémica reglada y/o normada. A este nivel, se defiende la tesis de la subversión epistémica a fin de lograr procesos de integración curricular que, en el orden de la interdisciplinariedad, faculte para pensar objetos de conocimiento, problematizar y estudiar problemas compartidos que lleguen a constituirse en dispositivos dinamizadores y potenciadores de solución práctica y científica tendiente a la generación de conocimientos en función de superación de las múltiples necesidades que aquejan a la población. Realiza una apuesta insurgente disciplinar y epistémica para propiciar la emergencia de un currículo integrado por campos de conocimiento más que por disciplinas independientes y excluyentes, asumiendo la investigación interdisciplinar como dispositivo de gestión académica para potenciar la realización de la misión educativa, propia de la Universidad del Tolima.

La disciplina llamada Criminología nació creyendo que los delitos son hechos de la naturaleza y que podían ser estudiados como otros de los que se ocupaba la física, la medicina, etc.: por eso su origen fue positivista, vinculada al método de las ciencias naturales y se concibió como fenómeno atávico, defectuoso en su evolución. Se reconoció en los delitos una unidad ontológica de la que carecen, pues los homicidios, el consumo y comercio de ciertas sustancias ilícitas, los fraudes electorales, solo tienen en común el hecho de que son reunidos por un poder de definición que no pertenece a las ciencias, sino a la política y al derecho. Los errores científicos eran tan evidentes que luego se ocuparon de ellos las ciencias sociales: fue con la sociología norteamericana que ocurrió lo que en las ciencias se llama “cambio de paradigma” en aquella disciplina por los años 40, para dejar de estudiar a los “delincuentes” y dedicarse a estudiar aquel poder de definición hasta los años 70, cuando se desarrollan los estudios propiamente críticos de la “cuestión criminal”. El objetivo de este artículo es explicar cómo desde esta última perspectiva es posible adelantar un proceso de paz entre los definidos como “delincuentes” por ser insurgentes, y los que tienen dicho poder de definición y que se presentan ante la sociedad como parte de los buenos por representar al Estado.

Para construir una sociedad civil y una auténtica sociedad política más humana, requerimos de una clara teoría que oriente la práctica ciudadana. Esa teoría la denominamos Saberes Fundamentales, constituida por la filosofía, antropología, ética, historia, política y derecho. La filosofía, y la filosofía latinoamericana, porque nos hace conscientes de nuestra totalidad cultural, del sentido que tienen nuestras cosas y acciones, e indica lo que es nuestra identidad. La antropología, porque nos descubre la complejidad y dignidad de todos los seres humanos, por quienes nos debemos primeramente comprometer. La ética, porque desde lo que es verdadera y universalmente el bien y los principios éticos, hemos de criticar y autocriticar nuestras costumbres, nuestras morales, personales y colectivas, para superar todo tipo de violencias y corrupciones. La historia, mundial y latinoamericana, porque ella nos muestra las lecciones del pasado cultural para entender cómo hemos llegado a nuestro presente, cuál es nuestro puesto en ella y cómo debemos proyectarnos al futuro en busca de la realización humana. La política, la apuesta en práctica de nuestra filosofía, antropología, ética e historia, a través de una revisión del concepto de poder, su origen y determinaciones. Y el derecho, como el saber culmen que articula ética y política en un sistema de leyes, como el orientador del accionar con justicia en el campo político.