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  • Clonación terapéutica

    Institución: Universidad de La Sabana

    Revista: Persona y Bioética

    Autores: López Moratalla, Natalia

    Fecha de publicación en la Revista: 2009-07-31

    Fecha de cosecha en Ciencia Nacional: 2024-04-30

    El juicio ético sobre la cuestión de producir un clon humano, tanto con el fin de que se desarrolle y nazca (clonación reproductiva) o de que se desarrolle solo hasta blastocito para usar las células madre embrionarias en beneficio de la salud del donante del núcleo (clonación terapéutica), exige conocer y precisar rigurosamente desde la ciencia cuál es el hecho biológico natural que se manipula –la transmisión de la vida en mamíferos que es de suyo sexual– y el proceso que se pretende artificialmente: saltar la barrera natural de los mamíferos a una reproducción asexual. Es obvia la ilicitud de su aplicación a los hombres; una manipulación del origen de una persona de esas dimensiones supone la mayor agresión planteada a la dignidad humana y al carácter procreador de la transmisión de la vida. El carácter de individuo de la especie que posee el cigoto es independiente del proceso por el que se obtenga. No es determinante que la procedencia de la herencia genética sea de los pronúcleos haploides de una célula germinal femenina y otra masculina, o, por el contrario, del núcleo diploide de una célula somática obtenida de un solo individuo. Lo decisivo para obtener un individuo es la idoneidad de la célula (o células) de partida para emitir el mensaje genético comenzando por el principio y, por ello, con la capacidad de desarrollarse como un nuevo miembro de la especie. El núcleo que se transfiere procede de una célula somática y es preciso que se “rejuvenezca” su información genética para ser capaz de empezar a emitir el mensaje desde su inicio. Esta reprogramación es más difícil cuanto más compleja es la especie a que pertenece el individuo. Tal reprogramación no es una mera “manipulación posterior” de un cigoto ya obtenido; sin ella puede producirse división celular y crecimiento más o menos caótico u ordenado, pero nunca el complejo crecimiento sincronizado y armónico que da lugar a un organismo. Esto es precisamente lo que diferencia un organismo en desarrollo de un simple crecimiento celular más o menos “embrioide”. El conocimiento del proceso de reprogramación del núcleo de una célula de primate adulto en un óvulo pone de manifiesto que es muy improbable, en el momento actual, conseguir la clonación humana. Y, al mismo tiempo, ese conocimiento puede permitir, manteniendo las suficientes cautelas, conseguir estructuras celulares embrioides, en las que algunas células tengan las características de las madres embrionarias. En todo caso, y aun con garantía plena de que no se produce un verdadero embrión humano, la necesidad de partir de óvulos humanos, la falta de utilidad terapéutica y la no necesidad de ese material para investigar hacen desproporcionado el medio de obtener las células con el fin que se persigue.
  • La realidad del embrión humano en los primeros quince días de vida

    Institución: Universidad de La Sabana

    Revista: Persona y Bioética

    Autores: López Moratalla, Natalia

    Fecha de publicación en la Revista: 2009-07-31

    Fecha de cosecha en Ciencia Nacional: 2024-04-30

    El embrión temprano no es un simple tejido homogéneo e indiferenciado. El cigoto (o fase unicelular del individuo) se constituye, a partir del material heredado de los progenitores, como una célula con organización polarizada y con una propiedad peculiar que la distingue de cualquier otra célula: contiene el plano de las primeras divisiones celulares y se organiza en una unidad vital, tanto en sus estructuras espaciales como en sus funciones. Es un organismo en su fase inicial más sencilla y no una mera célula. El concepto de preembrión (aplicado al embrión preimplantatorio), como una fase del desarrollo en que no ha alcanzado el carácter de individuo de la especie, por la posibilidad de dar origen por división a gemelos monocigóticos, carece de fundamento biológico. Un embrión no se parte en dos mitades porque es asimétrico y las diversas células que lo componen son diferentes entre sí, desde el estado de dos células. El estatus del embrión preimplantatorio (generado naturalmente o creado in vitro) es el mismo: individuo de la especie humana. In vitro disminuye drásticamente la capacidad de un correcto desarrollo, en simbiosis armonizada con la madre; pero no significa menor humanidad, sino que siendo un ser humano, se le ha generado y situado en unas circunstancias en las que la capacidad de seguir viviendo está limitada.
  • Liberar la verdad científica

    Institución: Universidad de La Sabana

    Revista: Persona y Bioética

    Autores: López Moratalla, Natalia

    Fecha de publicación en la Revista: 2009-07-31

    Fecha de cosecha en Ciencia Nacional: 2024-04-30

    Al lenguaje de la ciencia positiva no le basta la gramática propia de las descripciones de los hechos, precisamente porque los hechos no son neutros, sino significativos, naturalmente con sentido. Un significado que está escrito en el lenguaje propio y universal de ese mundo, que es un lenguaje simbólico. Lo que aparece en primer plano, las apariencias, asequible al modo humano de conocer los hechos, es, a su vez, signo de la realidad profundamente misteriosa. La biología humana, al mostrar que cada ser humano no está sumergido en los procesos naturales de la fisiología, deja el conocimiento abierto al misterio. No existe una “propiedad biológica” que explique la apertura libre, intelectual y amorosa de los seres humanos hacia otros seres. Pero la biología describe espléndidamente los presupuestos biológicos del don de la libertad personal. En efecto, hay experiencias prototípicamente humanas y, por lo tanto, universales, que siendo hechos comprobables empíricamente dan la certeza de que el mundo, la vida y cada uno de los seres humanos tienen sentido. La luminosidad de la naturaleza, por la que se hace accesible a nuestro conocimiento, es una revelación natural de su Hacedor, que fue además contada con la revelación primitiva a todos y para todos los hombres, añadiéndose así a la racionalidad humana un apoyo en la confianza de quien relata lo que hizo. Y que sólo tomará una forma de expresión nítida en la revelación judeocristiana. Por ello, el conocimiento científico forma parte de una racionalidad humana más amplia. Y abriéndose a las otras formas de conocimiento, puede ir hacia esos puntos de confluencia del pensamiento humano de todas las épocas, que permiten mirar limpiamente la realidad.
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