La comunidad científica reconoce que la gestión en los procesos educativos es compleja, multidimensional y es afectada por políticas y características propias de los contextos de cada país. En este sentido, el liderazgo educativo se ha constituido en la forma más efectiva para darle a las instituciones las he­rramientas que les permitan ofrecer programas de calidad con optimización de los recursos, la convivencia, la motivación docente y la integración a los espacios comunitarios de los sitios en los que ejerce su influencia. Todo esto, para la mejora de la calidad de la enseñanza (con la participación de docen­tes como líderes educativos) en el siglo del conocimiento. En este sentido, el liderazgo educativo se convierte en un componente primordial, y el de mayor peso, en la gestión educativa moderna. Esta exigencia en la conformación de gestiones competentes basadas en el liderazgo, implican la persecución de la claridad en la toma de las decisiones para lograr la transformación de la edu­cación, y es uno de los factores críticos del éxito que deben asumir todas las personas responsables del mejoramiento continuo de las escuelas.