Puede explicarse la crisis profunda y universal, que se vive en el siglo XXI, heredada del anterior, por el olvido de los conceptos o valores trascendentales, que son la trama o urdimbre de toda visión metafísica del mundo, por constituir los ejes estructurales de toda realidad. Sin trascendentales, en la cultura occidental se ha sustituido la entidad o realidad por la información de los medios de comunicación y hasta por los espacios virtuales; la esencialidad o racionalidad, por la emotividad y el sentimentalismo; la unidad, posibilitadora de toda multiplicidad, por fragmentarismos y localismos postmodernos; la individualidad, por la mediocridad y masificación; de la verdad por la verificación, en las ciencias y en la técnica, y por la opinión en los otros ámbitos de la vida humana, e incluso por la denominada posverdad o creencia en la falsedad emotiva; de la bondad, por la utilidad; y de la belleza, por la sensualidad.